Era, como la “Cruz del Sur”,
pequeña, pero el símbolo más excelso del cielo,
rodeada siempre por una constelación de centauros,
brillante, esbelta, perspicaz.
Capaz, de mostrar todo su saber,
y su proceder, con la más sutil particularidad.
Amante profunda, y de iracunda identidad,
con aptitud y actitud para arremeter al mundo,
segura, pertinaz y elocuente,
Siempre supo orientarse y orientar,
dispuesta a sacrificar y dar su vida
y jugarse por los demás.
Era ella, la estrella del barrio,
la crisálida, encerrada y abierta a la vez,
ensimismada y profunda,
aunque despierta y vivaz;
su espíritu tenaz,
envolvente, frágil e incorpóreo,
mostraba sagacidad y tolerancia,
Y a pesar de su valor se mostraba afable
y sin jactancia.
Era ella, la promotora de la vida,
cálida y consentida,
con valor y entereza,
estimada y amada.
Era, la reina del barrio, la diosa
y prodigiosa mariposa de Buenos Aires.
Era ella, la efímera estampa de una santa
Buena, profunda y venerable,
altiva, virtuosa e insuperable.
La razón de su vida fue ser guía,
un faro que a un fin conducía,
que fue confidente, sutil, obsecuente,
que tendía su mano fiel, contundente,
y ofrecía su luz, procaz, trascendente
Si por saber preguntara:
¿dónde está?, ¿cómo evocar su memoria?,
¿dónde encontrar su frescura?,
¿y su franca ternura?
Seguramente el tiempo la expondrá,
desde el recuerdo, más allá,… más allá.
Era ella, y nada más..., nada más…, nada… más
CARLOS A. BADARACCO
31/01/09
(REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL N° 779760)
pequeña, pero el símbolo más excelso del cielo,
rodeada siempre por una constelación de centauros,
brillante, esbelta, perspicaz.
Capaz, de mostrar todo su saber,
y su proceder, con la más sutil particularidad.
Amante profunda, y de iracunda identidad,
con aptitud y actitud para arremeter al mundo,
segura, pertinaz y elocuente,
Siempre supo orientarse y orientar,
dispuesta a sacrificar y dar su vida
y jugarse por los demás.
Era ella, la estrella del barrio,
la crisálida, encerrada y abierta a la vez,
ensimismada y profunda,
aunque despierta y vivaz;
su espíritu tenaz,
envolvente, frágil e incorpóreo,
mostraba sagacidad y tolerancia,
Y a pesar de su valor se mostraba afable
y sin jactancia.
Era ella, la promotora de la vida,
cálida y consentida,
con valor y entereza,
estimada y amada.
Era, la reina del barrio, la diosa
y prodigiosa mariposa de Buenos Aires.
Era ella, la efímera estampa de una santa
Buena, profunda y venerable,
altiva, virtuosa e insuperable.
La razón de su vida fue ser guía,
un faro que a un fin conducía,
que fue confidente, sutil, obsecuente,
que tendía su mano fiel, contundente,
y ofrecía su luz, procaz, trascendente
Si por saber preguntara:
¿dónde está?, ¿cómo evocar su memoria?,
¿dónde encontrar su frescura?,
¿y su franca ternura?
Seguramente el tiempo la expondrá,
desde el recuerdo, más allá,… más allá.
Era ella, y nada más..., nada más…, nada… más
CARLOS A. BADARACCO
31/01/09
(REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL N° 779760)
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