martes, 6 de octubre de 2009

NOSTALGIAS DE INFANCIA

Quisiera, volver al pasado para sentirme acunado. Lo hago sin embargo desde mis recuerdos abrazado a los sentidos, ellos me hablan de amores, me hablan de pesares, pero siempre entre los seres más amados de mi infancia.
Me acuerdo de las tardes, apoyado en el regazo de mi madre, los momentos de la leche siempre tibia y ¡sin reproche!, los instantes de la sopa tan pero tan odiada. Lo recuerdo a Coquito y a Piluso acompañando esos momentos.
La pureza de las tardes y las siestas interminables. La llegada de mi padre, siempre, siempre tan esperada; de los deberes del colegio, de los malditos problemas, y de mi hermana tan querida dispuesta a resolverlos, y también se hacen presentes otros de la familia, que prefiero no recordar.
Añoro a Miguelito mi amigo tan terrible, a mi madre y su madre peleando “patoteras” por nuestros problemas de “pendejos”, y nosotros dos riendo cómplices por las cosas que se decían.
Me acuerdo del helado que como premio merecido, por el deber cumplido me comía por las tardes.
Las películas del barrio, ¡Cenicienta!, y ¡Alan Lad!, ¡Muchachito!, ¡muchachito!, ¡¿qué recuerdos tan preciados?!
El respeto por la ley, la obediencia al mayor, al vigilante de la esquina tan propenso a proteger los valores tan preciados inculcados por la sociedad:
la responsabilidad y la honestidad, la gratitud y la sinceridad, la generosidad y la decencia, la solidaridad y la prudencia, la docilidad y el sacrificio, el desprendimiento y el servicio, la superación y la voluntad, la paciencia y la bondad, la comprensión y la lealtad, el respeto y la amistad, la alegría y la empatía, el autodominio y la superación, la coherencia y el orden, la experiencia y la autenticidad, la autoestima y la sobriedad, la sana diversión; valores internalizados que me acompañaban a todos lados como fundamentos de mi vida
Añoro aquel colegio, “República del Perú” de Gaona 4763 en Floresta, de paredes bien pintadas, la maestra siempre seria pero suave en sus caricias, su guardapolvo almidonado, con una flor en el ojal, su rodete trenzado y su disposición tan señorial.
¡Ay! los tiempos que pasaron, ¡ay! que ya no vuelven más, ¡qué tiempos tan ricos!, los tiempos del “nunca jamás”.
Advierto la parroquia, “Candelaria”, la de la cruz iluminada, la placita de enfrente donde aprendí qué es el amor, los paseos en bicicleta con el auxilio de papá y el guardia con el palo en sus manos, tan cómplice y servicial.
El bar de la esquina de Avellaneda y Bahía Blanca, y el coche de alquiler que abordé por inocencia.
Era un día por la tarde cuando fui a ver una película al club del barrio de Avellaneda y Chivilcoy, allí recuerdo sólo a un hombre en la pantalla intentar volar por los aires pretendiendo con valor esquiar.
Las noches fantasmales, los árboles paraísos y sus bolitas caprichosas.
La maestra doña Amanda tan dulce y tan viejita, me ayudaba con los ejercicios de manera particular, con valores muy expuestos en su forma de proceder.
Mi hermanita y el chocolate, cuando venía de trabajar, era un beso muy gigante y un abrazo peculiar.
Recuerdo a “Don Giuseppe”, el zapatero del lugar era un tano muy jodido a la hora de cobrar.
Las gitanas y las polleras preparadas para llevar a los chicos que no eran muy dignos de confiar. Y el “hombre de la Bolsa” tan horrible en su apariencia daba miedo de verdad, era un pobre hombre muy anciano que buscaba que comer.
Los vecinos te retaban por jugar a la pelota, ¡qué vecinos protestones!, pero las calles con peligros, era justo y merecido el llamado de atención.
La calesita de las tardes y el sapo en la bolsita rojo bordó, que preparó un día mi madre para guardar las “chucherías” que me agradaba juntar. Los pantalones tan cortitos y el frío chicharrón, en las mañanas de la escuela.
Son recuerdos imborrables que se vuelven en la ocasión, me revolucionan las neuronas todo aquello que pasó.
Las bombas estrepitosas que un avión dejo caer aquel septiembre horroroso de 1955, que la ignorancia avivó. Malditos aquellos hombres que con terca ambición proclamaron tiempos nuevos de amargura y de traición.
Pero a manera de cobijo siempre están aquellos días de suave abrazo juguetón, que nacieran para volver a la realidad del corazón,
de la justicia y del saber, de los valores familiares y del correcto proceder, la escuela y el alma de quienes te amamos.


CARLOS A. BADARACCO
12/12/08
(REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL N° 779760)
BLOG DE CARLOS BADARACCO:
http://ellocoJareta-encamiseta.blogspot.com/
http://poemassentidos.blogspot.com
ENTRAR PARA LEER MIS OBRAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario