EL DESVALOR

No me digan nada cuando despierte,
no me digan que vivo en una mentira,
no me digan que todo fue en vano,
no me lo digan, por favor, callen sus bocas.
Callen porque muero, porque no lo creeré.
No creeré que en el mundo el hombre ya no esté,
que no existan los valores, que todo concluyó,
que se acabó la ilusión, y la esperanza,
que el tiempo cerró el telón de la piedad,
que nos ganó, la soberbia y la ambición.
No me digan que el mundo se esfumó,
que junto a él feneció el amor,
que todo es trivial, que no existe la amistad,
que la traición fue la que triunfó.
No me lo digan, porque moriré,
la tristeza me consumirá y no sabré como vivir.
Extrañaré la honestidad y también la sinceridad;
la generosidad, la prudencia y el optimismo.
No me digan que también se murió la voluntad,
que el sacrificio y la lucha ya no abundan,
que la compasión se convirtió en crueldad,
que el respeto por la familia ya expiró,
que el relativismo dominó a la humanidad.
No me digan que la responsabilidad y la decencia,
la gratitud, la sencillez y la paciencia
ya son cuentos del pasado
que la dignidad, la perseverancia y la valentía
son fantasmas que otrora dignificaban al hombre.
No me lo digan, no me lo cuenten
No provoquen mi tormento.
No me digan lo improbable, porque el hombre
es superación, se alimenta de autoestima y libertad,
de solidaridad, de prudencia y sensibilidad,
de lealtad, de respeto y de coherencia,
y con ello debería engrandecer al mundo.
desde sí, desde el “otro”, juntos, en comunión

CARLOS A. BADARACCO
30/04/09
(REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL N° 779760)
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